Aer

Históricamente, la humanidad siempre ha asociado al viento con el movimiento y el cambio. Los antiguos griegos tenían por dioses de este elemento a los Anemos, cuyo rey, Eolo (Aer para los latinos), era responsable de animar al mundo con su soplido. El golpe de sus ráfagas recordaba la temporalidad de todo lo material, y su merced a las cambiantes fuerzas de la naturaleza.

La representación gráfica de Eolo era la Rosa de los Vientos, un círculo en el que se inscribe una serie de líneas radiales que apuntan a las distintas direcciones de las que proceden los vendavales. Esta pieza, de suma ligereza, nace como una estilización de dicho ícono.